Columna de Vicente Ferrer Molina en El Mundo de ayer sábado 30 de mayode 2009
MIRADA desde Estrasburgo, Málaga se
ve muy abajo, a la izquierda, en el
extrarradio del continente, como un
frágil acantilado frente a la gran testuz
de África.
La barriada de Huelin, junto al puerto,
no es una zona marginal ni conflictiva.
En tiempos, fue un arrabal salpicado de
huertas y casitas de pescadores, hasta
que a finales del XIX levantó las primeras
chimeneas industriales de la ciudad. Hoy
es un barrio trabajador que coquetea con
serlo de clase media. Y se asoma, como
siempre, a una de las mejores playas de
la capital.
Ocurrió en sus calles en la noche del
miércoles. Cuando muchos seguían por
el televisor las escenas de felicidad que
dejaba la final de la Champions, un
hombre de treinta y tantos entró en el
salón de juegos La Esquina, cuchillo en
mano. Dentro de una mochila escondía
un martillo para violentar, si fuera
necesario, las tragaperras. El local estaba
prácticamente vacío. El único empleado
que había a esas horas consiguió
desarmarle. El joven se dio a la fuga.
A partir de ahí todo sucedió muy
rápido, como en un telefilme. Alguien del
establecimiento salió a la puerta y dio la
voz de alarma: «¡Al ladrón!». Un par de
viandantes corrieron tras él. El hombre
huía en dirección al paseo marítimo,
mirando atrás de tanto en tanto. Pronto
se unieron a la persecución dos personas
más. Una de ellas era Juanillo, el moro,
un magrebí que trabaja desde hace
tiempo como aparcacoches en la zona.
Al atracador empezó a faltarle el
aliento cuando había recorrido unos 800
metros. En ese momento tuvo claro que
le iban a dar alcance. Se vio cercado.
Cogió unos adoquines del suelo y los
lanzó sin mucho convencimiento contra
quienes impedían su escapada. Fue en
vano. En un abrir y cerrar de ojos cayó
derrumbado al suelo. Le habían dado una
pedrada en la cabeza.
Quedó tirado sobre la acera, como un
guiñapo, junto a la salida de un
aparcamiento y con la cara aplastada
sobre una tapa del alcantarillado.
Manaba mucha sangre. Su cuerpo se veía
sacudido por convulsiones. Dos o tres de
los perseguidores se acercaron decididos
a lincharle. Después de ensañarse con
todo tipo de golpes le remataron
machacándole el cráneo con unas
baldosas.
Cuando los servicios de emergencias
llegaron al lugar del crimen, en la calle
Pacífico, a dos pasos del mar, había
dejado de respirar. Por ahora sólo ha
trascendido que no tenía antecedentes
penales.
El próximo domingo hay elecciones
europeas. De todas formas, el tipo ni
siquiera llevaba idea de votar.